martes, 28 de febrero de 2012

Mi barco (II)

Vas en el barco, en esa noche cerrada, sin luna y con las estrellas invisiblemente ocultas por una espesa capa de nubes, solamente oliendo a mar y al cigarrillo que fumas apoyado indolentemente en el pasamanos de estribor.

Ahora tu mirada pasa de la Nada de la oscuridad, al infinito de la visión de tu mano izquierda reposada en el pasamanos. Infinito de la visión, porque la dejas allí perdida.

Es ahora tu paladar, el que reclama notar en sus papilas, el salino del mar. Por ello, haces que tu boca aspire la brisa marina y así vivir más, el sentido del mar.

Y en el preciso y determinante momento en que eres consciente de que no has estado, es cuando eres uno. Uno con el vaivén del barco, Uno con el mar, Uno con la noche, Uno con sus sensaciones, Uno.

¿Pero hay algo más frágil y perecedero que un momento? Sí, la propia vida.

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