miércoles, 12 de marzo de 2008

Amabilidad

¿Os acordáis de la famosa ducha? ¿De la que salía agua por todos lados, que le pusieron cinta aislante y tardaron bastante en venir a cambiarla? Pues bien, hoy venían otra vez a cambiarla. Me ha sabido mal decírselo al de mantenimiento, porque esta era más guay, más bonita, pero tampoco es plan de que derrochen. A lo mejor, ahorrando un poquito de aquí, de allá y de acullá, pues llega para poner un botellín de agua con las comidas, que por cierto, estoy anotando “cositas” con las que ahorraron unos eurillos para lo del agua. Cuando llega un paciente nuevo y le dicen lo del agua, hay que verle la cara y oír los comentarios.

Hoy les he enseñado al doctor y a la fisio el aparato que os comenté para mover los pies y lo han encontrado muy útil, práctico y, según la fisio, me ayudará a rebajar la espasticidad de las piernas. Recordad: espasticidad es rigidez muscular.

Esta mañana ha venido una auxiliar sustituta, ya que la de la planta está de baja. Lógicamente, lo mismo que cuento lo malo, estoy obligado a contar lo bueno. Esta auxiliar es de las que escuchan, de las que ya que no conocen al paciente, pues te dicen que les digas cómo haces las cosas, no como otras, que simplemente van a su aire y, aunque lleves un mes haciendo una cosa de la misma manera, ellas intentan obligarte a la suya; no para enseñar algo nuevo sino para tú adaptarte a su manera. Un ejemplo: si yo bajo siempre por el mismo lado de la cama porque así tengo más fuerza en esa pierna o en este brazo, no tengo por qué bajar por el otro lado con la inseguridad que eso me conlleva. Pero ya digo, la de esta mañana, genial, más de una tendría que aprender de ella.

Casi todo el personal es muy competente y, muy importante, voluntarioso. Incluso el personal en prácticas hace más de lo que le tocaría hacer. Y una cosa que valoro mucho en ellas es su “real” interés por el paciente. Sé distinguir quién te está escuchando con atención y con interés y quién está pensando en lo que hará por la noche.

¿Sabéis? Me he dado cuenta en mi paso por los tres hospitales que el personal sanitario que más sonríe es el más humano. Las sonrisas se pueden fingir un día, dos, pero no día tras día. Ojo, que nadie se equivoque, las personas serias también sonríen.

Para terminar por hoy, mi público agradecimiento a las muchas personas que he recibido en el hospital San Rafael, en el Vall d’Hebron y aquí, en el Pere Virgili.

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