miércoles, 14 de mayo de 2008

La psicóloga me ha hecho llamar a su despacho

Faltan 262 días.

Comida:

  • Garbanzos con espinacas.
  • Albóndigas.
  • Ensalada juliana.
  • Dados de sandía.
  • Pan.

Esta mañana me ha tenido otra auxiliar una hora en el baño, la excusa: muchos pacientes. Totalmente de acuerdo en que falta personal, pero ¿por qué a unas les falta tiempo y a otras les sobra? y ¿por qué siempre paga el paciente? Como nunca ningún alto cargo va a ingresar aquí ¿qué más les da? Si algún día alguien con poder lee esto, estoy seguro de que sólo tardará cinco minutos en olvidarlo. Yo sé que todo esto que escribo sólo me ayuda a mí y a lo mejor a alguien enfermo que necesite un “empujoncito”, no creo que a nadie se le “remuevan las entrañas”.

También la psicóloga me ha hecho llamar a su despacho, aunque hemos tenido que ir a otro, ya que por su puerta no cabe una silla de ruedas. Lo primero, le he comentado que desde el 15 de abril que solicité para verla, me parecía excesivo el tiempo que ha pasado (30 días) y más habiendo pasado por un cuadro depresivo que me duró tres años. No le hizo ni pizca de gracia. Luego le comenté el motivo de buscar su ayuda y entonces, antes de comentarme algo sobre ese tema, me preguntó cómo iba mi recuperación. A todo esto no dejaba de mirar el ordenador, deduzco que buscando y leyendo mi historial. Le dije cómo me sentía con la recuperación, que veía que aunque poco a poco, hacia delante siempre. También le comenté que mi médico no me ponía la dosis que me dijeron en la unidad de esclerosis del hospital Vall d’Hebron y aquí se ha liado todo. Eso de “hablar mal” de un colega no lo llevan bien, ya se sabe, el corporativismo. Me llegó a decir la psicóloga que posiblemente yo no era realista y que culpaba de no poder andar al hecho de que no me subiese la dosis. Bueno, le dije yo, fíjese si soy realista que sé que estoy sentado en una silla de ruedas y lo de las pastillas también lo dicen las fisios que tienen que lidiar con mi espasticidad, pero sé muy bien que tengo una esclerosis múltiple, aunque eso no significa que no luche por andar. Y la psicóloga me dice: ahora voy a hacer de abogada del diablo: ¿y si no andas? Pues cuando vea que no avanzo o retroceda y eso significará que no puedo andar, pues ya veré, pero de momento no contemplo esa hipótesis.

Luego me preguntó si lo de la dosis me lo habían dicho verbalmente en el hospital Vall d’Hebron o si había algún papel por medio. Lógicamente el doctor de la Unidad de Esclerosis del hospital Vall d’Hebron hizo un papel para el médico de aquí.

A continuación me preguntó otra vez por el motivo de pedir verla y, claro, me di cuenta que mirando el ordenador no me había escuchado, pero bueno, para no liarla más se lo volví a contar y entonces me dijo: la enfermedad te hace tener la necesidad de que todo el mundo esté por ti y piensa que la esclerosis es tu problema y que todo el mundo tiene los suyos. Como se dice, me quede a cuadros. Cuando estuve un mes en la Unidad de Psiquiatría del Hospital San Rafael, aparte de hablar con el psiquiatra, hablé varias con la psicóloga y vamos, la noche y el día. Por otro lado también esta psicóloga de aquí, interrumpiéndome varias veces, cuando los psicólogos lo que buscan es que te explayes, que lo saques todo, que no te dejes nada dentro. Luego para acabar de rematar la faena, me dijo que me centrase en la futura rehabilitación porque sería más floja que la que me hacen aquí y entonces quería saber qué opinaba de que me llevasen a un centro de larga estancia. Le dije que avisase al celador que ya no hacía nada, que era como si no hubiese estado, que estaba como hacía treinta días y aún me dijo que veía que no me gustaba lo que me había dicho. Igual oyó el “JA” que me salió.

Ahora seguro que mañana me las tengo con el médico.

Cena:

  • Sopa de galets.
  • Tortilla francesa.
  • Ensalada juliana.
  • Yogurt de limón.

Hasta mañana.

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