viernes, 14 de marzo de 2008

52 años

Hoy, otra auxiliar sustituta que tampoco conocía. Pues esta sí era competente, profesional y, sobre todo, buena persona. Un detalle: estaba yo peleándome con el tenedor con un muslo de pollo, ya que como la mesa queda alta no puedo utilizar el cuchillo en una mano y el tenedor en la otra. Pues, repito, estaba peleándome con el tenedor y pasa ella por el pasillo y, viéndome, ha entrado y me ha preguntado si necesitaba ayuda. Le he dicho que no, que mientras pueda ir haciendo yo cosas, pues mejor. Y me ha dicho: “Si necesitas ayuda, dímelo, que para eso estamos”. Se nota enseguida a quién le gusta la profesión y a quién no le gusta.

Ahora os voy a relatar un pensamiento que tuve ayer en el gimnasio mientras miraba a un hombre de 92 años, todo ello dejando de lado la esclerosis y lo de si vuelvo o no a andar. Como ya sabéis, tengo 52 años y lógicamente a nadie le gusta envejecer, por lo tanto, uno sabe que su destino no es rejuvenecer: es envejecer. Por ello, tarde o temprano llegaré a esos 92 del señor al cual miraba. Lo de tarde o temprano dependerá de la forma de vida, del ritmo y de lo que ésta vaya deparando. Una existencia puede transcurrir muy rápida o muy lenta. Una vida muy monótona lleva a que la vida parezca que transcurre muy lentamente. Por el contrario la plenitud de vida, las muchas experiencias y una gran variedad de vivencias producen la sensación de haber vivido una vida muy rápida, o mucho mejor dicho: que ha pasado muy rápido. El señor, 92, yo 52. Cuarenta años de diferencia, y automáticamente pienso: cuarenta años atrás yo tenía 12 años, por lo tanto, me queda de vivir en años otra vez esa etapa. Lógicamente, las experiencias no son ni serán las mismas; no es lo mismo de los 12 a los 52 que de los 52 a los 92, pero nadie me negará que en esta etapa que me tocará vivir hay más serenidad, por lo tanto, se puede disfrutar más de muchas cosas.

Cuando uno es joven piensa casi siempre que disfruta más que el otro de mayor edad. El tema es: ¿hasta cuándo se es joven? Lo que se dice siempre: uno con sesenta puede sentirse joven y uno con cuarenta, mayor. Otra cosa son las limitaciones que te ponen los años. Yo siempre he dicho que lo que más me fastidia de morirme es perderme todos los adelantos, avances y descubrimientos que experimentarán todas las generaciones venideras. Bueno, basta de pensamientos profundos, y supongo que para algunos farragosos.

Para terminar el día, una anécdota de las muchas que produce este hospital. Al lado de la puerta de cada habitación hay un rótulo con el número de cada habitación y luego dos especies de cajetines donde ponen el nombre de los pacientes y la inicial del apellido. Cuando yo llegué ponía “Antonio R.”, que era el nombre del paciente que había en la habitación. Mi nombre, Antonio F., no lo pusieron hasta quince días después de llegar. Pues bien, cuando llegó el compañero que tengo ahora, no pusieron su nombre y, hasta ayer, seguían estando Antonio R. y Antonio F. Ayer quitaron ya uno; estoy seguro que adivinaréis que quitaron el mío, y que sigue estando el de Antonio R., que, recordad, es el que falleció. Y lógicamente, el del señor que hay ahora, no lo han puesto. Una vez más quiero decir que todo lo que relato es absolutamente verídico.

Pues por hoy nada más, como siempre, mañana más.

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