martes, 4 de marzo de 2008

La desganada

Repuesto ya del todo, espero nuevamente volver a escribir cada día. Hoy, vuelta a la rutina de la terapia ocupacional y del gimnasio, aunque con un poco menos de fuerzas, dados los tres días de inactividad y lo pasado con la gastroenteritis.

Voy a comentaros ahora una “cosita” que me sucedió el viernes y que tiene relación con lo que me ha pasado hoy. El viernes había vuelto, después de una baja, una ayudante de los fisios, por lo tanto, ni yo la conocía a ella, ni ella a mí, ni lógicamente se había mirado mi informe para ver mi diagnóstico, aunque supongo que tampoco tienen obligación. Cuando acabó mi sesión en el gimnasio, y una vez yo ya sentado en la silla de ruedas, ella –sin agacharse–, puso con sus pies el reposapiés de mi silla, y luego –seguía sin agacharse–, pretendía seguir poniendo con sus pies mis pies en el reposapiés. Lógicamente, ello es casi imposible, dada la espasticidad (rigidez) de mis piernas. Viendo tanta “desgana” por su parte le dije: ¡No te agaches, no! en un tono de voz un poco elevado para que lo oyese la fisio, con lo que ella se acercó y entonces la otra, la “desganada”, sí se agachó y me puso los pies en el reposapiés con las manos.

No iba a contar lo que ahora “sí” acabo de contar, ya que un día malo lo tiene cualquiera, pero cuando ahora leáis lo que hoy me ha sucedido con la misma persona, entenderéis por qué ahora sí lo cuento. Esta mañana estaba echado en la camilla con un rodillo debajo de las rodillas, ya que había estado haciendo el ejercicio de elevar las piernas. Al terminar me levantan las piernas, ya que yo no puedo y, entonces, retiran el rodillo. Pues viene ella y me dice: “Levanta las piernas”, a lo que le contesto que no puedo levantarlas, y ella me dice: “Sí que puedes”. Desde luego, la cara de ella no era de estar bromeando. Le dije que si estaba en el gimnasio de un hospital era porque no puedo mover las piernas. Me dijo entonces que todo estaba en la mente y que seguro que si había más gente ayudándome sí levantaba las piernas. Ya no pude más y elevando otra día más la voz le solté: “¿Cree que estoy fingiendo?” Al ver que la gente miraba para nosotros se fue para un extremo del gimnasio y allí oí cómo le decía a alguien que había quien en alguna ocasión exageraba y no colaboraba para la recuperación.

Me parece cruel que una persona como esta, sin preocuparse por conocer lo que me pasa, haga esos comentarios. Bastante desgracia es padecer una minusvalía para que encima te insinúen todo eso. Supongo, y espero que sea así, que alguien le comente mi situación, tanto el diagnóstico como que hago los mayores esfuerzos posibles con la rehabilitación. Ya comentaré mañana si ha tenido lugar algún tipo de disculpas aunque, sinceramente, lo dudo.

Hasta mañana

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