sábado, 23 de febrero de 2008

Silencio y reflexiones

Hola a todos. Sábado, día de descanso para mí y para otros, descanso definitivo. Me refiero a mi compañero de habitación, que ha fallecido esta noche a la una. La marcha ha sido silenciosa, sin sufrimiento.

Ya es mi segundo compañero de habitación fallecido, el primero fue en el hospital de Vall d’Hebron. Que nadie piense que soy gafe, porque ambos ya estaban bastante mal por desgracia y por otro lado ya se sabe que en los hospitales es donde más gente muere.

Una curiosidad. Me he despertado esta mañana con todo el desarrollo de una novela en mi cabeza ¿imaginación mía o inspiración del más allá? Cambio radical de tema. ¿Os acordáis de la historia de la ducha? Pues bien, siguen sin venir a cambiarla y se está empezando a pudrir la cinta tipo aislante que pusieron, por lo que a pesar de cerrar la puerta del cuarto de baño y procurar tener cuidado, el agua se cuela por debajo de la puerta y sale a la habitación. Si cuando vengan a cambiarla estoy en la habitación, procuraré enterarme de dónde viene la ducha.

Cada vez que me he cambiado de hospital he pensado en anotar cada día el menú que me sirven y hoy que lo he vuelto a pensar, también he pensado que ¿para qué hacerlo? La única sorpresa que tengo cada día, o mejor dicho cuatro veces al día, para qué romperla. Os digo horarios, todos ellos más o menos, ya que lógicamente nunca es a la misma hora:

Desayuno: 08.30

Comida: 13.30

Merienda: 16.00

Cena: 19.30

Resopón: 23.30

Como veis son cinco ingestas (se me pega el lenguaje hospitalario) y aunque he mencionado cuatro sorpresas, la quinta, la del resopón, nunca es una sorpresa, ya que se puede elegir y yo pido siempre un zumo de melocotón. Tampoco es que puedas elegir mucho, creo que es entre yogurt, zumos y vaso de leche.

Ahora comentaros una tontería, para que veáis que tantas horas muertas dan para pensar de todo: el único número que coincide su número con el número de letras de que está compuesto es el 5-cinco. Pues eso.

Nuevo tema: el pan. La verdad que en este tema el sentido común no existe. Me explico mejor: Los pacientes son todos de edad avanzada, casi todos deben llevar prótesis dentales o dentaduras postizas. La gran mayoría deben de sufrir una digestión lenta y difícil. Pues bien, el bollo que ponen para comer es súper correoso, por lo que supongo que estará bastante contraindicado en los casos que he mencionado arriba, difícil para morder, trabajoso para masticar y pesado para su digestión. Ojo, que a mí me cuesta y mi dentadura es original.

Hoy por fin he conseguido algo que venía persiguiendo hacía tiempo: he conseguido abrir todo solito, las tres pastillas que tomo al mediodía, con mucha paciencia y tiempo lo he conseguido. Pensar que las dos que tomo de buclofen, el plástico que las recubre es de 1 cm2, y si de por sí cuesta, imaginar teniendo las manos torpes. Pero hoy lo he conseguido.

Otro “ejercicio” diario es lidiar con la botella de agua de litro y medio. Pero día a día se me hace más fácil. También más fácil y suelto se me hace su manejo del bolígrafo, de la cuchara y, atención, llevo el reloj en la mano derecha, con la clásica correa de piel con los agujeritos, pues bien, con mucho esfuerzo pero ya consigo ponerme el reloj solo. Pensar que al llevarlo en la derecha tengo que hacer todo el trabajo de ponerlo con la izquierda, y es la mano que tengo peor, pero con todo y eso, consigo ponérmelo.

Estas pequeñas cosas hacen que uno se vaya animando y ver que se consiguen estos pequeños avances hace que a uno le suba la moral y le impulsa a superar mayores barreras. A veces con esta enfermedad los pequeños logros diarios dan más satisfacciones que grandes actos.

Pues por hoy ya está bien. Me he explayado mucho. Mañana espero más.

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